domingo, 9 de septiembre de 2012

Escribir como método de supervivencia


Una menos veintitrés de la mañana. En los cascos The Velvet Underground, peculiar, uno de esos sonidos que pueden tocarse, como el pelaje de un gato durmiente.
Una canción que no transmite nada es mero ruido, al igual que un color que no puede olerse o saborearse es un color vacío. Tal vez sea yo la que siente las cosas de manera diferente al resto del mundo, pero creo que veo desde otra perspectiva. Cuando era pequeña, vagaba por el gran jardín de mi casa, con árboles verde oscuro casi negro, tan altos que parecían cernirse sobre mí; y encontré un baúl de madera algo vieja, pero intacto aún así. Decidí abrir la pesada tapa a pesar del quejido de la cerradura y las bisagras, y de mi poca fuerza. Cuando metí mi manita dentro toqué algo frío y duro, y sin pensarlo un momento lo saqué. Era un cristal puro, limpio, verdoso y translúcido, un poco más grande que mi mano, así que lo acerqué a mi ojo para poder ver a través de él… El resultado fue asombroso, jamás había contemplado algo tan raro y hermoso como aquello, y quedé tan maravillada por esa visión que desde ese día llevo el trocito de cristal en mi corazón, aunque a veces me pincha un poco y puede resultar desagradable para los que están a tu alrededor, a mí me hace contemplar la vida de otra manera, saber que se me ha otorgado el poder de ver.

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